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De guerras,bombardeos, yerros y otros fierros !

Hace algun tiempo me llego este articulo y no lo habia leido, crei se trataba de alguna opinion politica sobre tema tan antiguo como “La Guerra del Futbol”.

Sin embargo, al leerlo hoy, he quedado gratamente impresionado porque el autor se situa imparcialmente y trata de dar a conocer los hechos desde un punto de vista historico, con un enfoque en “la batalla aerea” de la mencionada guerra entre Honduras y El Salvador.

Con el perdon y respeto  de los veteranos y los caidos en esta guerra, pero no pude evitar reirme mucho con este articulo, pues a pesar de que esta escrito muy seriamente, la cantidad de yerros cometidos por ambos bandos, las fallas humanas, las causadas por la fallas tecnologicas de la epoca, las carencias de 2 paises tercermundistas, los altos egos de los dirigentes,etc…. dan lugar a muchas  situaciones que, revisadas desde la optica del siglo 21, se me antojan comicas.

Pero en fin, quiero compartir este articulo con todos ustedes los que de alguna manera recuerdan ese oscuro episodio de nuestra historia. Yo tenia apenas 8 anos, pero recuerdo esos dias como si fuera hoy, mi padre era Salvadoreno y como tal,  el gobierno de Honduras habia emitido una orden de capturarlos para evitar se dedicaran a actividades de “espionaje o sabotaje” (mi papa no mataba ni 1/2 mosca). En San Pedro Sula , a los salvadorenos los encerraron en el Campo Agas. Al principio del conflicto, mi papa habia decidido irse para el Salvador, pero para no separarnos decidieron que el,mi mama,mis 2 hermanas y yo nos fueramos a “esconder” a la casa de mi Tia Martha (Colonia Moderna cerca de La Salle), donde pasamos no recuerdo cuantos meses para evitar la captura del “espia” Mario Rosales. Alli se dieron muchas anecdotas bonitas (recuerden yo solo tenia 8 anos !) que quizas les pueda contar en otro articulo, pues no quiero desviarme del objetivo de este que es reproducir el escrito de Mario E. Overall

Disfruten pues, de tan interesante platillo historico.

www.laahs.com

CENTRAL AMERICAN & CARIBBEAN AVIATION

La Guerra de las 100 Horas (The 100 Hour War). Por Mario E. Overall

Traducción por Mayor M.G. D.E.M. Wilfredo Castro Oyuela.

1. Introducción.

La mal llamada Guerra del Fútbol entre Honduras y El Salvador durante julio de 1969, tuvo complicados orígenes que van más allá de una simple pasión deportiva. El término, Guerra del Fútbol fue acuñado por los medios de comunicación, como producto de la noción equivocada de que ambas naciones se habían enfrentado militarmente después de que sus equipos nacionales de fútbol disputaran una serie de partidos. Ese término y la noción en general, no podían estar más lejos de la verdad. También se ha dicho que la invasión salvadoreña a Honduras era el producto de una explosión demográfica insostenible que ahogaba al más pequeño de los países centroamericanos. Ambas nociones son falsas, repetidas una y otra vez por las diferentes fuentes históricas, y que sólo han servido para denigrar a los habitantes de los dos países involucrados en esta confrontación armada que, lejos de moverse por simples pasiones mundanas, una supuesta lujuria de sangre o un insensato amor por la guerra, terminó enfrentándolos debido a razones seria y básicamente económicas.

Para poder entender los orígenes de este conflicto, es necesario remontarse a principios del siglo 20, cuando las compañías americanas United Fruit y su rival la Standard Fruit Company, operaban en la región, y más específicamente en Honduras. Ambas compañías transnacionales se dedicaron a la plantación y cosecha de bananos, usando para este propósito las grandes áreas de tierra fértil que podrían encontrarse en Honduras. Con el paso del tiempo se hizo necesario importar obreros extranjeros, ya que los hondureños involucrados en estas actividades se volvieron insuficientes en número. Para ese propósito, se contrataron los servicios de campesinos salvadoreños que vivían en la región fronteriza; estas regiones fronterizas, estaban mal definidas y eran objeto de interminables demandas territoriales por ambos países.

Conocedores de las oportunidades de trabajo en Honduras, la inmigración campesina salvadoreña aumentó y continuó aumentando durante los años siguientes. A finales de la década de los años sesenta, había casi 300,000 salvadoreños viviendo en tierras hondureñas. El gobierno hondureño miró con buenos ojos la presencia de los campesinos, y en general toleró su falta de estatuto legal, debido a que este no era un requisito para volverse ciudadanos hondureños.

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Durante el mismo período de tiempo, a principios de 1960, las naciones centroamericanas estaban buscando la liberalización del comercio de la región, enmarcado en un Mercado Común centroamericano (Mercomun) el cual fue establecido precisamente en 1960. Sin embargo poco después de su creación, se hizo evidente que el país más beneficiado con el tratado sería El Salvador, ya que sus exportaciones aumentarían en seis veces, mientras aquéllas de Honduras, el país más afectado, sólo crecerían en un 50% y por lo tanto, quedaría relegado a la categoría de nación satélite. Este hecho provoco que empezara a crecer un resentimiento entre los sectores económicos hondureños y disparo la denuncia hondureña de los acuerdos comerciales firmados entre los dos países, ya que sentían que sus colegas salvadoreños estaban haciéndose ricos a sus expensas. Para empeorar las cosas, los cambios políticos en Honduras terminarían trayendo un considerable enfriamiento a las relaciones con El Salvador, y esto tendría que ver directamente con el tratamiento de los hondureños hacia los campesinos salvadoreños viviendo en su país, volviéndose más y más hostil.

Con el paso del tiempo, hacendados hondureños, quienes en gran medida influían la escena política, también comenzaron a sentirse dañados por la presencia de campesinos salvadoreños, argumentando que esta situación sólo beneficiaba al país vecino. Poco después, ellos también empezarían a presionar al gobierno, exigiendo la expulsión de los salvadoreños que no habían querido obtener la nacionalidad hondureña. Como resultado, tuvo lugar la expulsión violenta de algunas familias salvadoreñas en las áreas fronterizas, y también agregado a esto la negación a los servicios de salud y educación para aquéllos que permanecieran en el país.

En medio de actos esporádicos de violencia contra los campesinos inmigrantes, los dos gobiernos comenzaron negociaciones encaminadas a resolver el problema, y firmaron tres acuerdos de inmigración, el primero de ellos en 1962 seguido por otro en 1965, y el último en 1968. Sin embargo, mientras los dos gobiernos estaban negociando, en Honduras se formaron grupos armados extra-oficiales con el propósito de hostigar y controlar a los salvadoreños que vivían en el país. Esta situación se empeoró por un golpe de estado que puso en la presidencia al General hondureño Oswaldo López Arellano quien tenía un punto de vista muy diferente al de su antecesor con respecto a la situación de los inmigrantes.

El número de salvadoreños expulsados aumento, como también la intensidad de la violencia de las expulsiones y expropiaciones. La gota que derramo el vaso tendría lugar en junio de 1969, cuando el Gobierno hondureño instituyó una Reforma Agraria que no tomo en consideración a los campesinos salvadoreños, y para hacer las cosas peores, tomó sus tierras para dárselas a los campesinos hondureños. Las actividades de los grupos armados, ahora tácitamente apoyados por el gobierno, se incrementaron mientras tenía lugar la primera expulsión oficial de campesinos

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en gran escala, y durante la cual, más de cien familias fueron violentamente expulsadas del país.

El retorno de los campesinos a El Salvador trajo rápidamente una serie de problemas para este país, ya que todos retornaban como desempleados, los cuales necesitaban comida, ropa y algún tipo de abrigo, todo esto en medio de una crisis económica que ni incluso las ventajas obtenidas a través del Mercomun habían podido aliviar. Al mismo tiempo, estaban teniendo lugar incidentes fronterizos, que involucraban a tropas salvadoreñas que entraban en el territorio hondureño sin objetivo aparente las que al ser capturadas, ocasionaron un incidente diplomático. En alguna clase de venganza, las autoridades salvadoreñas detuvieron y encarcelaron a un pariente del presidente hondureño que vivía en El Salvador. La tensión aumentaba por minutos, pero la intervención de presidente americano Lyndon B. Johnson – quien visitaba Honduras en ese momento – finalmente lograría alcanzar la liberación de las tropas salvadoreñas, a cambio de la libertad del pariente del presidente hondureño.

Con este delicado trasfondo político, estaban empezando las rondas eliminatorias para la Copa Mundial de Fútbol Jules Rimet a celebrarse en México el próximo año (1970), y durante éstas, los equipos nacionales de El Salvador y Honduras se enfrentarían para obtener su clasificación. El primer juego tuvo lugar en Tegucigalpa, Honduras, y fue ganado por el equipo local. A pesar de la victoria a favor de Honduras, hubo peleas entre los fanáticos de cada país, resultando lesionados aquellos que se vieron involucrados.

El segundo juego tuvo lugar en San Salvador, y fue ganado por el equipo salvadoreño. Sin embargo, durante las horas anteriores al juego, los aficionados locales habían hecho sus mejores esfuerzos para hostigar a los jugadores hondureños, demostrando una conducta claramente hostil. Durante el juego, los aficionados hondureños también se volverían víctimas de agresiones lo que terminó en fuertes luchas callejeras. Mientras esto estaba teniendo lugar, hubo también problemas en Honduras, ya que algunas casas y negocios pertenecientes a salvadoreños, eran incendiados, mientras sus dueños eran objeto de humillación y ataques por la chusma.

Después de que el juego termino, la violencia contra los inmigrantes salvadoreños en Honduras aumentó, causando fuertes protestas del gobierno salvadoreño. Finalmente, el 27 de junio de 1969, se agravaron las relaciones diplomáticas entre los dos países, mientras al mismo tiempo, grandes números de inmigrantes salvadoreños retornaban a El Salvador después de ser expulsados de Honduras. Historias de terror narradas por estos empezaron a circular entre la población salvadoreña, disparando el sentido de patriotismo y causando un extendido rechazo para los hondureños.

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Al día siguiente de la ruptura de relaciones diplomáticas, los equipos de fútbol de ambos países se enfrentarían de nuevo. Este juego tendría lugar en México, D.F., y sería el juego definitivo para la clasificación a la Copa Mundial. Poco después que el juego termino, y que fue ganado por el equipo salvadoreño, la chusma se desenfreno de nuevo en Honduras, atacando casas y negocios salvadoreños, y dejando como resultado, varias personas heridas.

Durante los días siguientes, el gobierno hondureño empezó una campaña de desarme en la población civil, y esto rápidamente degeneró en acciones contra salvadoreños que todavía vivían en las áreas fronterizas. Esta acción causó que el gobierno salvadoreño buscara la intervención de la Organización de Estados Americanos como mediador para resolver el conflicto, pero estos esfuerzos fueron infructuosos. Poco después, ambos países empezaron la movilización de tropas hacia su frontera común, principalmente junto al Río Goascorán, en un área cerca del Golfo de Fonseca.

Los incidentes fronterizos no estaban lejanos, y quizás el más serio de ellos fue el que tuvo lugar el 3 de julio, cuando un DC-3 perteneciente a SAHSA (Servicio Aéreo de Honduras S.A.) fue atacado por el fuego de la artillería antiaérea salvadoreña, mientras estaba ganado altitud después de despegar del campo de aviación de Nueva Ocotepeque, a ocho kilómetros de la frontera con El Salvador. Después de alejarse del área, los pilotos del DC-3 reportaron el incidente a la Fuerza Aérea Hondureña e inmediatamente se enviaron dos T-28 desde el Aeropuerto Internacional de Toncontin – en Tegucigalpa – con el objetivo de encontrar de dónde había provenido el ataque. A su llegada, ambos aviones fueron recibidos de nuevo con AAA, pero estos no devolvieron el fuego ya que no tenían órdenes de hacerlo. Los pilotos hondureños se limitaron a marcar el área en sus mapas y entonces regresaron a Toncontin.

El mismo día, los T-28 de la Fuerza Aérea Hondureña se mandarían de nuevo, después de que un avión no identificado se detectara volando sobre los pueblos de Gualcince y Candelaria, muy cercanos de la frontera salvadoreña. El avión, un Piper PA-28 Cherokee identificado con registro salvadoreño YS-234P, fue interceptado y se le ordenó aterrizar en el campo de aviación más cercano. El piloto del avión sin embargo, se negó a obedecer las órdenes de los pilotos hondureños y escapó hacia El Salvador a alta de velocidad. Los pilotos de los T-28, Coronel José Serra y Subteniente Roberto Mendoza, después de verificar que el intruso había huido, retornaron a su base en Tegucigalpa.

La presencia del Cherokee en Honduras era parte de una operación avanzada salvadoreña para obtener información cartográfica y de inteligencia, en vista de la posibilidad de tener que entrar en combate con esta nación. Para este propósito los salvadoreños habían estado empleando un Cessna 310 perteneciente al Instituto de Cartografía Nacional, así como varios aviones civiles, entre ellos el

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Cherokee ya mencionado, los que habían estado volando misiones de reconocimiento desde fines de junio de 1969, sobre diferentes áreas de Honduras, pero más frecuentemente sobre Tegucigalpa, San Pedro Sula y las áreas fronterizas cerca del Golfo de Fonseca.

La guerra de nervios aumentaría en intensidad durante los días siguientes, en medio de mutuas acusaciones de ataques a puestos fronterizos y violaciones al espacio aéreo por ambas naciones. Finalmente, 12 de julio la Fuerza Aérea Hondureña entró en estado de alerta, estableciendo dos comandos operacionales. Esta maniobra correspondía a la necesidad de efectuar una dispersión táctica de fuerzas, durante la cual el mayor número de aviones de la FAH (Fuerza Aérea Hondureña) permanecería en el Aeropuerto de Toncontin en Tegucigalpa, mientras un grupo de aviones se movería al Aeropuerto de La Mesa, en San Pedro Sula dónde se conformaría el Comando Norte.

La Fuerza Aérea Salvadoreña también emprendió maniobras tácticas, comenzando con la preparación de las pistas de aterrizaje localizadas en la Isla Madresal, San Miguel, Santa Ana, San Andrés y Usulután, a dónde los aviones se dispersarían después de que tuvieran lugar las primeras acciones. Al mismo tiempo, se llamaron a todos los pilotos civiles en El Salvador para unirse a la Fuerza Aérea como voluntarios, debido a que el número de pilotos militares era realmente bajo.

Con estas acciones y otras emprendidas por las Fuerzas Aéreas y Ejércitos de cada país – incluyendo la movilización de tropas a las áreas fronterizas cerca del Golfo de Fonseca y del norte de El Salvador, la escena estaba finalmente preparada para lo que sería una corta pero intensa confrontación.

2. El Plan de Invasión Salvadoreño.

Nombrado como Plan de Campaña, Capitán General Gerardo Barrios, el plan para la invasión había estado bajo preparación desde 1967 por el Alto Mando salvadoreño, incluía la utilización de cuatro batallones de infantería y un batallón de artillería distribuidos en cuatro frentes o Teatros de Operaciones, siendo éstos el Norte (TON), Chalatenango (TOCH), Occidental (TOOC) y Oriental (TOO). Al mismo tiempo, el plan ordenaba la implementación de una llamada Fuerza Expedicionaria conformada por nueve compañías de la Guardia Nacional que operarían bajo el mando del Teatro de Operaciones Norte (TON). En ese tiempo, las tropas salvadoreñas estaban equipadas con fusiles G-3 y ametralladoras HK-21, apoyadas por piezas de artillería de 105mm, dos tanques M3A1 Stuart y varios vehículos que habían sido blindados localmente, llamados por los miembros del Escuadrón de Caballería Motorizado, como las niñas.

Contrariamente a lo que se ha repetido por varias fuentes, el plan salvadoreño no incluía una invasión total de Honduras, ni tampoco incluía la toma Tegucigalpa

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dentro de 72 horas para establecer un gobierno títere. El Salvador simplemente no tenía las capacidades para lanzar tal campaña. Al contrario, lo que se intentó era efectuar un movimiento distribuido en múltiples frentes, permitiendo la toma de territorio hondureño y la captura de los principales pueblos fronterizos y entonces, solicitar la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA) para obligar a una solución negociada del problema. El plan sin embargo, no descartaba algunos avances de oportunidad más allá de esos pueblos, con tal lo permitieran los suministros de las tropas. De esta manera, las principales acciones de la campaña terrestre del Ejército salvadoreño tomarían lugar casi simultáneamente en tres frentes, siendo éstos el Teatro de Operaciones Norte, Chalatenango y Oriente.

Con respecto a la Fuerza Aérea Salvadoreña (FAS) al principio de la guerra, estaba equipada con un TF-51 Cavalier Mustang Mk.II, cuatro F-51 Cavalier Mustang Mk.II, un F-51D Mustang, seis FG-1D (una variante del F4U-4 construido por Good Year), un SNJ-5, un DC-4M, cinco U-17A, seis T-41 y cuatro transportes C-47, todos conformando el Grupo de Combate qué a su vez, estaba organizado en tres escuadrones: Cazabombardero (F-51 / FG-1D), transporte (C-47 / Aviones Civiles) y Reconocimiento (SNJ-5 / U-17A / T-41 / Aviones Civiles). Durante el conflicto, la FAS adquiriría más aviones, especialmente Mustangs, pero en el momento del comienzo de las hostilidades este era su orden de batalla. También tenía un Escuadrón Aerotransportado conformado por paracaidistas, un Grupo de Mantenimiento, un Grupo de Comunicaciones y otro para la Seguridad y Servicios de Base, para un total de mil hombres de los que, sólo 34 eran pilotos.

3. La Situación Militar en Honduras.

Desde 1935 el Alto Mando Militar había basado la defensa nacional de Honduras en el poder aéreo. Por esta razón durante tiempos de paz, su Ejército era mantenido al mínimo nivel de personal necesario solo para su funcionamiento. Sin embargo, en caso del conflicto el número de tropas podía aumentarse con milicianos civiles, incorporados puramente para propósitos defensivos. De hecho, el Ejército hondureño era el más pequeño en tamaño de Centroamérica y carecía de capacidades ofensivas.

Al principio de la guerra con El Salvador, el Ejército hondureño estaba conformado por tres batallones de Infantería, seis batallones ligeros, un batallón de Ingeniería y dos baterías de obuses de 75mm. Sus hombres estaban armados con fusiles Garand y Mauser, y no tenía el apoyo de tanques o cualquier otro equipo blindado. El Ejército hondureño estableció dos frentes o Teatros de Operaciones, éstos eran el Teatro de Operaciones Sur o (TOS) que enfrentaba al Teatro Oriental del Ejército salvadoreño en El Amatillo, y el Teatro de Operaciones Sur-occidental enfrentando el Teatro de Operaciones salvadoreño Norte en Nueva Ocotepeque.

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En contraste, la Fuerza Aérea Hondureña (FAH) estaba relativamente mejor organizada y equipada que su contraparte salvadoreña. Su orden de batalla para mediados de julio de 1969 alistaba seis F4U-5N, cinco F4U-4, cinco transportes C-47, un único transporte cuatrimotor C-54, un C-45, tres Cessna 185B, cinco entrenadores armados T-28A y seis entrenadores AT-6, también armados. Con respecto al personal, la FAH estaba compuesta de más de 20 pilotos y aproximadamente 750 especialistas que conformaban los elementos de mantenimiento, armamento, seguridad y servicios. También tenía una sección de paracaidistas.

4. Comienzo de las Hostilidades (14 de Julio)

Por increíble que parezca, casi todas las operaciones militares relacionadas con la Guerra de las 100 Horas son objeto de argumentos interminables. El conflicto hasta hoy, todavía genera largas y acaloradas discusiones, casi todos ellas concernientes con el hecho de que si éste o ese bombardeo o misión realmente tuvo lugar. Para empeorar las cosas para los historiadores que pretenden estudiar el conflicto, las fuentes tradicionales de información en estos casos – La Prensa Local – no pueden tomarse en consideración porque ambas tanto en Honduras como en El Salvador, actuaban como medios de propaganda.

En cualquier caso, para los propósitos de este estudio, usaremos los pocos reportes militares disponibles de ambos Ejércitos, y también documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, para intentar establecer lo que realmente pasó, mientras al mismo tiempo trataremos de analizar las inconsistencias encontradas, para poder clarificar los hechos. También usaremos datos obtenidos a través de discusiones ocurridas en el foro de discusión de la Sociedad Histórica de la Aviación Latinoamericana, en el que participaron historiadores de las Fuerzas Aéreas de Honduras y El Salvador. Por último, también usaremos la información de varios libros publicados sobre el tema, e intentaremos omitir expresiones de patriotismo, diatriba épica y sentimientos nacionalistas, porque éstos a veces nos hacen perder la perspectiva de los hechos. Bajo esta panorámica, procederemos a analizar el primer día de la guerra: el 14 de julio de 1969.

El Alto Mando salvadoreño había seleccionado para el Día D de la campaña contra Honduras, el 14 de julio de 1969. La acción inicial seria emprendida por la FAS y sería un bombardeo al Aeropuerto de Toncontin en Tegucigalpa, sede del Cuartel General de la FAH. Ataques simultáneos se lanzarían contra los pueblos de Catacamas, San Pedro Sula, Valladolid, Nueva Ocotepeque, San Marcos de Ocotepeque, Santa Rosa de Copán, Nacaome, Amapala, Quipure, Yoro, Guarita, Jinigual, La Labor y La Virtud. La operación involucraría todos los aviones de la FAS más catorce aviones civiles que también se usarían como bombarderos ya que

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habían sido equipados con dispositivos – construidos por los mecánicos de la FAS – permitiéndoles dejar caer proyectiles de mortero de 60 y 81mm.

Al carecer de bombarderos, a los transportes salvadoreños C-47 se les instalarían rieles en sus pisos, con el propósito de facilitar la caída de bombas a través de la puerta lateral, convirtiéndolos así en bombarderos improvisados. Tal práctica llegaría a ser común por ambas fuerzas aéreas durante la guerra, porque como veremos después, la FAH también usaría este método singular.

Los aviones salvadoreños empezaron a despegar del Aeropuerto Internacional de Ilopango en San Salvador – sede del Cuartel General de la Fuerza Aérea – antes de las 17:00 horas, para que pudieran atacar sus blancos asignados mientras todavía había suficiente luz solar, y a su vez pudieran escapar bajo la cobertura de la oscuridad después de completar su misión. La Hora “H” había sido fijada para las 18:10, tiempo en el cual los primeros aviones deberían estar sobre sus blancos asignados.

El C-47 FAS-104 piloteado por el Mayor Jorge Domínguez y Fidel Fernández, apoyados por los sargentos Miguel Tónchez y Miguel Jiménez, llegó a Toncontin con 9 minutos de retraso, y seguidamente comenzó a dejar caer su carga explosiva sobre el aeropuerto. Las bombas de 100 libras resbalan, una por una, sobre los rieles fijados en el piso del avión hacia la puerta de carga, en dónde uno de los sargentos las empuja hacia afuera. Al oírse las primeras explosiones, se apagaron las luces en Tegucigalpa. Hay fuego antiaéreo que intenta derribar el C-47 que vuela a 8,000 pies, pero en la oscuridad, el avión se las arregla para evadir el fuego. Las escoltas del FAS-104, dos Cavalier Mustangs armados con bombas, habían despegado de Ilopango unos minutos detrás del C-47 pero debido a razones desconocidas, no llegaron a Toncontin, y decidieron dejar caer sus bombas sobre los pueblos de Jalteva, El Suyatal y Guaimaca. Similarmente, otro C-47 que había sido enviado a bombardear Toncontin, bombardeo en cambio, Catacamas.

En la base de la Mesa en San Pedro Sula, las noticias del ataque a Tegucigalpa se extendieron como reguero de pólvora. Se alertan los pilotos y poco después, cuatro F4U y un T-28 despegan en busca de aviones salvadoreños que podrían estar aproximándose a la base. La búsqueda sin embargo, que se había extendido al área de El Cañaveral, es infructuosa. Los cinco FG-1D salvadoreños asignados para atacar La Mesa, inexplicablemente dejaron caer sus bombas sobre Santa Rosa de Copan y Nueva Ocotepeque, retornando posteriormente a territorio salvadoreño. El porqué bombardearon estas localidades es uno de los más grandes misterios de esta guerra. Algunos historiadores especulan que los pilotos perdieron su rumbo a La Mesa; mientras otros argumentan que el mal tiempo en la ruta impidió que continuaran con su misión. Sin embargo los reportes meteorológicos, establecían que las condiciones del tiempo eran excelentes durante todo el mes de

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julio, por lo menos sobre el área de operaciones, mientras que otros simplemente dicen que los pilotos equivocaron sus blancos asignados debido a errores de navegación y falta de conocimiento del terreno.

Mientras esto estaba pasando, los otros aviones civiles salvadoreños atacaron sus blancos asignados, regresando a su país sin incidentes mayores. Debe señalarse que, aparte de los Cavalier Mustangs, todos los aviones salvadoreños retornarían a sus aeródromos de dispersión en lugar de regresar a Ilopango.

Poco antes el anochecer, el Alto Mando de la FAS se entero que uno de los Cavalier Mustang, específicamente un TF-51D FAS-400 piloteado por el Capitán Benjamín Trabanino Santos, había aterrizado en el Aeropuerto La Aurora en Guatemala, supuestamente debido a una emergencia. No es conocido con seguridad cual era el blanco que se suponía que el Capitán Trabanino debía atacar, pero de haber sido Nueva Ocotepeque – muy improbable ya que ningún Mustang atacó o fue visto en ese sector ese día – la razón inexplicable es el porqué había pilotado toda el camino a la Ciudad de Guatemala, a casi 146 millas náuticas de distancia, para solucionar una emergencia; cuando Ilopango, su base operacional, estaba más cerca. En cualquier caso, esto significó que el avión se internaría en Guatemala, de acuerdo a la ley internacional, y no se devolvería a El Salvador hasta el fin de la guerra, dejando a la FAS corta de un piloto y un avión.

Como era de esperarse, el ataque de la aviación salvadoreña tomo a los hondureños completamente por sorpresa. Además de un reporte del avistamiento de dos Cavalier Mustangs enfilando hacia Tegucigalpa, tardíamente enviado desde Marcala, la FAH no se dio cuenta que los salvadoreños estaban empezando su ataque, sino hasta que se escucharon sobre Toncontin las explosiones de las primeras bombas dejadas caer por el C-47 FAS-104, que se emprendieron las primeras medidas defensivas. Esto debido básicamente al hecho que a pesar del estado de cosas entre los dos países para finales de junio – principios de julio, el Gobierno Hondureño nunca pensó que fuese posible que El Salvador los asaltara y por esta razón no había ordenado una alerta, que para la FAH significaba estar lista para despegar en menos de 5 minutos.

Durante varios días, los F4U y T-28 hondureños habían estado patrullando a lo largo de la frontera con El Salvador, pero por la tarde de 14 julio, los aviones habían aterrizado, y para hacer las cosas peores, esa misma tarde el Comandante de la FAH, Coronel Enrique Soto Cano había autorizado que sus pilotos fueran a casa para cambiar la ropa y visitar a sus familias después de haber estado lejos durante varios días.

En cualquier caso, después del bombardeo del C-47 salvadoreño a Toncontin, cuatro F4U hondureños despegaron en su búsqueda, pero la oscuridad les impidió localizarlo. Durante su regreso a la base, uno de los F4U casi se salió de la pista en

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el aterrizaje, mientras otro sufrió daños en su hélice después de un aterrizaje forzoso. Debe señalarse que durante ese tiempo, Toncontin no tenía dispositivos de iluminación en la pista de aterrizaje, y por esta razón las operaciones nocturnas no estaban autorizadas.

Poco después, tras una inspección en la base y el aeropuerto de Toncontin, se determino que las bombas salvadoreñas habían errado completamente sus blancos, con algunas bombas caídas en una montaña despoblada al sur del aeropuerto, otras cerca de la colonia San José en Comayagüela, y con las últimas bombas cerca de la colonia 15 de Septiembre. En resumen, no se reporto ningún daño material al aeropuerto. Reportes similares se recibieron de todas las áreas bombardeadas.

Finalmente, el masivo ataque salvadoreño había tenido más un valor psicológico que un valor táctico, a pesar de la excelente planificación, objetivos que cualquier otra fuerza aérea habría atacado fueron obviados, en este caso particular, la refinería de petróleo de Puerto Cortés y las instalaciones de almacenamiento de combustible de aviación en Toncontin; sin mencionar, el 40% de los aviones de la FAH en La Mesa, San Pedro Sula. Por tan increíble que parezca, la FAS prefirió atacar once centros poblacionales – entre ellos, tres pueblos – sin ningún valor estratégico o táctico, dónde se produjeron daños insignificantes y que, en el gran esquema de las acciones, fueron completamente irrelevantes. También es incomprensible porqué el ataque a Toncontin fue tan débil y malísimamente ejecutado.

El Ejército salvadoreño por su parte, también entro en acción después del sorpresivo ataque de la FAS a Honduras, y el primer Teatro de Operaciones en activarse, fue el Oriental – TOO – localizado en el área de El Amatillo, muy cerca del Golfo de Fonseca. La misión de las tropas del TOO era cruzar el Río Goascorán, avanzar y capturar Nacaome, en el departamento hondureño de Choluteca. Para este propósito, los batallones IV, V y XI, apoyados por piezas de artillería comenzaron a atacar las posiciones del Agrupamiento Táctico Apolo 1 del Ejército de Honduras. Este Grupo Táctico estaba conformado por el 11 Batallón de Infantería La Trinidad y el 1 Batallón de Infantería, desplegados entre los pueblos de Amapala, San Lorenzo, Alianza, Goascorán, Aramecina y Caridad, con su Centro de Comando en Nacaome.

Contrastando con esta actividad, las tropas salvadoreñas de los Teatros de Operaciones Norte y Chalatenango – TON y TOCH respectivamente – no atacarían ese día, pero deberían moverse a sus posiciones asignadas previo a su avance hacia sus objetivos en Honduras, en este caso Nueva Ocotepeque, ciudad que sería capturada por las tropas del TON, y el territorio al norte de Chalatenango que se ocuparía por el TOCH. Para estas operaciones, estaban involucradas las tropas

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de los Batallones de Infantería I, VIII y la Fuerza Expedicionaria de La Guardia Nacional.

Enfrentando estas formaciones salvadoreñas, el Alto Mando hondureño asignó al 10 Batallón de Infantería Coronel José Joaquín Rivera en Marcala, con sus unidades desplegadas en San Antonio el del Norte, Mercedes de Oriente, San Sebastián Estancia y Sabanetas. También estaban desplegándose otras columnas del Ejército hondureño a la zona de Nueva Ocotepeque, oponiéndose directamente a las tropas salvadoreñas del TON.

Tuvo que pasar algún tiempo en Tegucigalpa, para que Alto Mando hondureño saliera de su estupor y empezar a organizar la represalia después del sorpresivo ataque aéreo. La autorización para atacar El Salvador vendría del Presidente López Arellano, alrededor de las 23:00 horas. Había tomado mucho trabajo para el Coronel Enrique Soto Cano, Comandante de la Fuerza Aérea Hondureña, convencer al presidente y al Estado Mayor del Ejército sobre la necesidad de devolver el golpe, al mismo corazón de El Salvador. Desde el punto de vista del Coronel Soto Cano, era de capital importancia atacar fuertemente las bases de la FAS y destruir sus aviones en tierra, esto con el objetivo de lograr desde las primeras fases, la superioridad aérea. Él también consideraba que los depósitos de combustible salvadoreños debían atacarse y destruirse para limitar las acciones de Ejército salvadoreño.

Por increíble que parezca, el Presidente López Arellano y su Estado Mayor, compuesto casi completamente por Oficiales de Infantería, pensaron que era una simple incursión aérea, y por esta misma razón, no valía la pena una respuesta hondureña. Ellos pensaban que si llevaban a cabo fuertes ataques en El Salvador, la FAH podría comprometer sus recursos, que en cualquier caso deberían usarse para apoyar las tropas en los diferentes frentes de combate. El Ministro hondureño de Relaciones Exteriores, Sr. Virgilio Carias, también se opuso a un ataque aéreo contra El Salvador, proponiendo en cambio que las Fuerzas Armadas debían limitarse a rechazar una posible invasión al territorio hondureño, todo esto, con el propósito de solicitar por los canales diplomáticos un cese de hostilidades y buscar que la OEA declarara a El Salvador, como el agresor.

De hecho, durante una reciente entrevista dirigida por los miembros de la Fundación del Museo del Aire de Honduras, el propio Coronel Soto Cano confesó que él fue al extremo de discutir – en voz alta – con el Presidente y el Alto Mando, sobre la conveniencia de efectuar ataques estratégicos dentro de El Salvador para detener cualquier posible invasión.

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5. La Respuesta Hondureña (15 de Julio)

Durante los primeros minutos del día 15, los mecánicos de la FAH empezaron a instalar rieles de carga en el piso del C-47 FAH-304. Brevemente después, la sección de carga del avión seria cargada con 18 bombas de 100 lb igual que habían hecho sus contrapartes salvadoreños, el venerable transporte había sido convertido en un bombardero improvisado. El golpe que el Coronel Soto Cano deseaba tanto infligir a la Fuerza Aérea Salvadoreña, estaba tomando forma. El Presidente López Arellano lo había autorizado para llevar a cabo sólo un ataque, y seria realizado por el C-47; sin embargo el Coronel Soto Cano, tenía tres ataques en mente, por lo que ordenó a los pilotos de F4U en Toncontin y La Mesa, estar preparados.

Alrededor de las 01:50 por la mañana, el FAH-304 despega de la pista de Toncontin, y en completa oscuridad enfila hacia San Salvador. Sin embargo pocos minutos después, es forzado a regresar a la base debido a fallas en sus sistemas. A su retorno, los rieles de carga son rápidamente removidos y transferidos a otro C-47, en este caso, el FAH-306. Las 18 bombas son trasladadas por los mecánicos al otro avión, una por una. Alrededor de 03:30, el FAH-306 despega de Toncontin y mientras asciende a 10,000 pies, enfila hacia San Salvador.

El piloto del C-47 hondureño, Capitán Rodolfo Figueroa, debía confiar en sus cálculos de tiempo y distancia para alcanzar su objetivo. Durante esos dorados tiempos, los lujos de los Sistemas de Posicionamiento Global – GPS – eran inexistentes, y para hacer las cosas peores, las instalaciones de radio ayuda salvadoreñas no estaban operando al momento que comenzó la misión, así que si Figueroa cometía cualquier error de navegación, podía terminar en cualquier lugar menos en el que se suponía debía estar. Sin poder localizar visualmente el aeropuerto de Ilopango, su objetivo, el piloto confía en sus cálculos y cuando considera estar sobre su objetivo, ordena dejar caer las bombas. En menos de 4 minutos, caen las 18 bombas, mientras el avión hace varias pasadas sobre lo que pensaba era su blanco. Al regresar a su base, Figueroa reporta que ha oído las bombas explotar poco antes de dejar el área; sin embargo, los reportes posteriores indicaron que ninguna de las bombas había caído cerca de Ilopango, ni incluso en el área inmediata. De hecho, los historiadores salvadoreños han dudado de esta incursión, ya que esa noche no hubo reportes de caída de bombas en ninguna parte la ciudad o el aeropuerto. Se especula que las bombas cayeron en el lago Ilopango, o en el mar, pero la verdad es que ambos se localizan un poco lejos del aeropuerto.

A las 04:30, tres cazas F4U-5N y un F4U-4 de la FAH despegaron de Toncontin, y rápidamente enfilaron hacia El Salvador. Su misión es mantener el ímpetu después del ataque a Ilopango, supuestamente completado por el C-47 FAH-306 horas antes, y al mismo tiempo, también atacar el Puerto de Cutuco, localizado en el

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Departamento de La Unión. Los líderes de escuadrón eran los Mayores Oscar Colíndres y Fernando Soto Henríquez.

Mientras los cazas hondureños se dirigían hacia sus objetivos, un FG-1D y un Cavalier Mustang despegaron de Ilopango, con la misión de atacar de nuevo Toncontin. Los adversarios estuvieron muy cerca de verse, pero esto simplemente no sucedió. Ha habido algunas versiones que declaran que los pilotos salvadoreños localizaron a los cazas hondureños mientras éstos se dirigían hacia Ilopango, y que pidieron autorización para dejar caer sus bombas y perseguirlos. Investigaciones posteriores sin embargo, revelarían que en ningún momento los pilotos de cualquier escuadrilla, fueron capaces de verse.

En cualquier caso, los cazas hondureños arribaron a Ilopango dónde dejaron caer cuatro bombas, una de las cuales cayó en la unión de las pistas de aterrizaje Norte-Sur y Este-Oeste y abrió un cráter en el pavimento; la otra bomba cayó a 500 metros de la terminal del aeropuerto sin explotar, mientras la tercera cayó entre dos hangares vacíos dónde destruyó un camión de combustible y causó daños a dos motores que estaban en sus cajas pertenecientes al único avión cuatrimotor de la FAS en ese momento (un DC-4M), y también dañando las oficinas en el hangar próximas al punto de impacto. La cuarta bomba definitivamente erró su objetivo, ya que no explotó y nunca fue encontrada, por lo menos dentro del área del Aeropuerto de Ilopango. Como era de esperarse, el ataque hondureño tendría lugar entre el fuerte fuego de la artillería antiaérea, al punto que los pilotos fueron obligados a hacer sus bombardeos a 9,000 pies, más alto que lo que se requería.

Contrastantemente, fuentes de Inteligencia de Estados Unidos (Sección Aérea de la USAF, Embajada de Estados Unidos en El Salvador) reportaron daños, después del ataque, a un C-47 y a un Cavalier Mustang dentro de un hangar. El historiador salvadoreño Marco Lavagnino sin embargo, dice: “… los daños causados a las instalaciones en Ilopango no alcanzaron ningún avión; los destinos de todos los C-47 y todos los F-51 Mustangs están bien documentados y no hubo un solo perdido ese día, sin una explicación”.

Lo que posiblemente ayude a explicar el confuso reporte de la inteligencia norteamericana respecto a esos aviones dañados en Ilopango, es la presencia de los restos de un Cavalier Mustang que había sufrido un accidente en octubre de 1968, y habían sido guardados dentro de uno de los hangares, con el propósito de usarlos como fuente de repuestos para los restantes aviones de la flota.

Pero la confusión con respecto a este episodio no termina allí: fuentes salvadoreñas afirman que por lo menos dos Cavalier Mustangs despegaron durante el ataque y enfrentaron a los F4U hondureños, y esto, simplemente no ocurrió, básicamente porque la mayoría de los Cavalier Mustangs estaban regresando de

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sus misiones sobre Honduras o se habían dispersado a la pista de aterrizaje localizada en la isla Madresal. Quizás la prueba más sólida de que los aviones salvadoreños no despegaron durante el ataque a Ilopango, es que pocos minutos después, los hondureños descendieron sobre el Puerto de Cutuco y lo atacaron con cohetes y fuego de cañón, virtualmente sin ninguna oposición aérea. Debe decirse que este ataque causó varios incendios en los depósitos de asfalto del puerto, y que causaron la espectacular humareda que atrajo tanto la atención de los medios de comunicación que cubrían el incidente. También, se infligieron algunos daños en las instalaciones usadas para el almacenamiento temporal de combustible. Como una nota interesante, de las instalaciones en Cutuco, salieron cantidades considerables de combustible usados para abastecer otros países en la región, incluyendo – irónicamente – a Honduras.

Sin embargo el suministro de combustible para los aviones de la FAH y para los vehículos del Ejército hondureño, no sería comprometido durante la guerra, ya que se había optado por adquirirlo en Belice y Nicaragua, desde donde era transportado por los aviones de SAHSA y TAN. Además, poco antes del inicio de la guerra, el gobierno hondureño había retirado la asignación total de su cuota de combustible del Puerto de Cutuco, usando para este propósito, camiones cisternas de combustible. El Presidente de El Salvador, General Fidel Sánchez Hernández fue notificado acerca de este evento inusual por su Estado Mayor, el cual le pidió que no autorizara el despacho del combustible. El presidente sin embargo, se negó a tomar esa decisión ya que eso prácticamente significaría un acto de guerra y las hostilidades evidentemente no habían empezado todavía.

Mientras el ataque en Cutuco estaba llevándose a cabo, cuatro F4U-4 hondureños habían despegado del aeropuerto La Mesa, y estaban empezando su propio ataque contra los tanques de combustible del Puerto de Acajutla, sin encontrar ninguna oposición salvadoreña, ya que las baterías antiaéreas que habían sido emplazadas en las colinas circundantes, estaban siendo reubicadas de acuerdo a órdenes del Alto Mando. El ataque al puerto las cogió mientras estaban siendo movilizadas.

Los aviones hondureños, utilizando sus cohetes y ametralladoras, incendiaron algunos de los tanques de combustible de gasolina y diesel, causando impresionantes columnas de humo negro. Por puro milagro, los depósitos de gas butano no fueron dañados durante el ataque, evitándose así una gran tragedia que pudo haber resultado en la total destrucción del puerto y pueblos cercanos. En todo caso, sin embargo, de los 180,000 barriles de diferentes tipos de combustibles que estaban almacenados en ese momento, se perdió aproximadamente un 20% pero el resto se salvo redirigiéndolo a través de un sistema de prevención de incendios instalado en el puerto, y el combustible seria después almacenado en nuevos tanques, para ser refinado de nuevo.

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El ataque en Acajutla no representó un peligro al suministro de combustible a El Salvador. Debido a que las reparaciones a la refinería y otras instalaciones tomarían mas del año, el gobierno salvadoreño optó para modificar el sistema de suministro de combustible, los buques tanqueros anclados en el puerto en vez de descargar a las terminales marítimas como se hacía antes, permitirían cargar los camiones cisternas directamente de los buques anclados. De hecho, camiones cisternas, camuflados, harían esta operación incluso dentro del territorio hondureño en la zona de El Amatillo, Teatro de Operaciones Chalatenango y Ocotepeque, para abastecer a las fuerzas salvadoreñas operando en esos sectores.

Durante el vuelo de regreso al aeropuerto La Mesa, el F4U-4 FAH-617 pilotado por el Capitán Walter López, empezó a perder combustible a una proporción alarmante. El silencio de radio se rompió cuando los pilotos del escuadrón discutieron el problema. Se toma la decisión de continuar volando con la esperanza de alcanzar la base antes que el avión se quede sin combustible. El medidor de combustible continua su marcha implacable hacia vacío mientras la visibilidad empieza a reducirse sobre el aeropuerto La Mesa. Poco después, López decide volar hacia territorio guatemalteco. Es así, que el FAH-617 hace un aterrizaje de emergencia en la pista de aterrizaje del rancho El Pilar, cerca del pueblo de Morales, en el departamento guatemalteco de Izabal. Horas después, llegaría a la pista de aterrizaje un C-47 de la Fuerza Aérea Guatemalteca, llevando mecánicos de aviación y también Capitán Leonel Solís que estaría a cargo de trasladar el FAH-617 a la Ciudad de Guatemala después que las reparaciones necesarias fueran completadas. El Capitán López también se transportaría a la Capital de Guatemala dónde permanecería internado – junto con su avión – hasta el fin de la guerra.

Hay algunas versiones, principalmente de fuentes salvadoreñas, que mencionan la presencia de un barco mercante israelí que se disponía a anclar en Acajutla, que se sintió amenazado durante el ataque hondureño y abrió fuego con su propio armamento antiaéreo, dañando al FAH-617. Sin embargo, ninguno de los pilotos hondureños que participaron en la misión, recuerdan que haya sucedido nada parecido.

Alrededor de las 06:00 AM, el FG-1D salvadoreño y el Cavalier Mustang que habían dejado Ilopango llegaron finalmente a Toncontin. Volando extremadamente bajo, los dos aviones evadieron un T-28 armado que estaba sobrevolando Tegucigalpa, precisamente en previsión de cualquier incursión. Una vez sobre su objetivo, el Cavalier Mustang pilotado por el Capitán Girón Cortez, deja caer dos bombas, una de las cuales explota en un campo vacío cerca de la pista de aterrizaje y la otra, en un camino pavimentado próximo. El FG-1D deja caer sus bombas muy cerca de las puertas que abren a los hangares desde la calle. Después, ambos aviones hicieron pasadas de ametrallamiento contra la fachada de la Escuela de Aviación Militar, los hangares y el edificio de la terminal aérea pero sin infligir daños mayores.

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En medio del ataque, el T-28 FAH-212 que estaba sobrevolando Tegucigalpa, pilotado por el Subteniente Roberto Mendoza Garay, es alertado y rápidamente se dirige hacia Toncontin para intentar perseguir los aviones salvadoreños. Casi al mismo tiempo, un F4U-5N de la FAH pilotado por el Teniente Coronel José Serra, despega para reemplazar al T-28 que se encontraba en patrulla, notando que el FG-1D pasa junto a él, e inmediatamente maniobra para colocarse detrás del FG-1D. Sin embargo, sus cañones se atascan obligándolo a retirarse. El piloto del Cavalier Mustang, volando detrás del FG-1D, se da cuenta que el F4U-5N está despegando, por lo que hace un violento giro sobre la pista de aterrizaje y escapa en dirección a El Salvador. Unos segundos después, el FG-1D es alcanzado por el fuego del T-28 del Subteniente Mendoza, escapando también pero dejando tras de sí una estela de humo.

En Toncontin, todo el mundo cree que el FG-1D se ha estrellado cerca de Comayagüela. Poco después ese mismo día, se envía un grupo de soldados a buscarlo, pero se dan cuenta por medio de varios pobladores, que en efecto, ellos habían visto un avión arrojando humo y volando muy bajo, pero que después se había elevado y continuando su vuelo en dirección al suroccidente. Poco después el FG-1D salvadoreño, pilotado por el Capitán Reynaldo Cortez, aterrizó en Ilopango en donde se reparó un cable de la batería que había sido cortado por el fuego de ametralladora, (esto había causado un corto circuito y la famosa humareda); se reabasteció y despegó hacia su base de dispersión asignada.

Seguidamente de los ataques estratégicos de la FAH a El Salvador, el presidente hondureño decide prohibir cualquier otra operación similar, al punto de emitir una orden al Coronel Soto Cano, manifestándole que sus pilotos no deben entrar – por ninguna razón – a territorio salvadoreño, y de esa forma no comprometer los esfuerzos diplomáticos ya iniciados y encaminados a que El Salvador sea declarado como el agresor.

La infantería del Ejército salvadoreño en el Teatro Oriental estaba empezando a movilizarse hacia Honduras muy temprano en la mañana, cruzando el puente de El Amatillo hasta encontrarse cara a cara con las pocas tropas hondureñas que integraban la primera línea de choque. Como se ha mencionado anteriormente, las posiciones hondureñas habían sido atacadas con fuego de artillería durante la tarde del 14 y durante parte de la noche del 15, pero con pobres resultados, esto hizo necesario movilizar el Escuadrón de Caballería Motorizado y piezas de artillería a posiciones dentro del territorio hondureño, con el objetivo de martillar las tropas hondureñas con un mayor grado de exactitud. Por esta razón, los tanques salvadoreños y cañones tenían que cruzar el puente de El Amatillo en una maniobra muy arriesgada que los dejaría momentáneamente en una posición muy vulnerable.

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El Alto Mando salvadoreño esperaba mayor resistencia del Ejército hondureño en el Teatro de Operaciones Oriental, ya que ésta era la ruta más directa para amenazar y comprometer Tegucigalpa, si eso llegara a ser necesario. El avance salvadoreño sin embargo, empezó a tomar forma sin mayor oposición, ni aun de parte de la FAH, por lo que las tropas salvadoreñas recibieron órdenes de avanzar hasta tomar los pueblos de Alianza, Goascorán, Aramecina, Caridad y Langue, con el objetivo de establecer allí, sus líneas de defensa.

Alrededor de las 08:00 AM, la FAH entro en acción, y tres F4U-5N despegaron de Toncontin hacia el sector de El Amatillo. Después del chequeo rutinario de sus armas, se determina de nuevo que uno de los aviones tiene inoperativos sus cañones, por lo que se le ordena retornar a la base. Los otros dos F4U-5N continúan su vuelo hasta alcanzar el área de operaciones, y sin perder tiempo, empezaron a atacar las posiciones salvadoreñas con fuego de cañón, cohetes y bombas de 100 lb. Sin embargo el efecto obtenido, es casi nulo, ya que las tropas salvadoreñas continuaron avanzando. Los aviones de la FAH tendrían que trabajar duro y por mucho tiempo en esa área, y de hecho, muchas misiones de apoyo a tierra para las tropas tendrían lugar durante el día, principalmente en los márgenes del Río de Goascoran.

Mientras esto estaba teniendo lugar, dos C-47 de la FAS procedentes de Ilopango, bombardearon las posiciones hondureñas localizadas en las rutas de acceso a Nueva Ocotepeque y los pueblos vecinos con el propósito de ablandar y abrir el camino para las fuerzas invasoras. Las tropas salvadoreñas de los Teatros Norte y Chalatenango empezaron su avance hacia Honduras, saliendo de Cítala a través de la rivera oriental del Río de Lempa hasta posicionarse bajo la cobertura del flanco izquierdo de la fuerza atacante; el Primer Batallón se movilizó prácticamente sobre la carretera a Nueva Ocotepeque y, por último, el Octavo Batallón se movilizó, cubriendo el flanco derecho. Una cuarta columna, la de Guardia Nacional, se movilizó más al Este, saliendo de Las Pilas. Los combates más intensos en este frente tuvieron lugar en el Ticante, dónde las tropas salvadoreñas enfrentaron una feroz resistencia de los hondureños. Los obuses de 105mm salvadoreños abrieron espacios para que las tropas pudieran avanzar hacia Nueva Ocotepeque, el pueblo hondureño que era su objetivo principal, esto hizo la diferencia en este lugar. Durante las primeras horas de la mañana, se reportaron las siguientes misiones de la FAS: Un FG-1D atacó posiciones de infantería en Alianza; dos FG-1D atacaron posiciones en Aramecina, mientras en la zona de Nueva Ocotepeque, se reportó un Cavalier Mustang atacando posiciones en El Platero.

Después de consolidarse el avance en estos dos frentes, y aunque la invasión a Honduras no fue considerada como una guerra de colonización, el Alto Mando salvadoreño nombró a los Coroneles Ramón A. Navas y Cesar A. Mendoza, como Gobernadores Militares en Nueva Ocotepeque y Goascoran respectivamente. Esta acción sorpresiva, dio base a las imputaciones contra el gobierno salvadoreño de

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ese tiempo, con respecto a las verdaderas razones para iniciar el conflicto, y al mismo tiempo dar crédito a la hipótesis de que lo que en realidad estaban intentando era la ocupación de Honduras, incluso ante la falta de recursos para el logro de tan atolondrada idea.

Alrededor de las 8:00 AM, cuatro F4U-4 de la FAH salieron de La Mesa, con la misión de contribuir a detener el avance salvadoreño hacia Nueva Ocotepeque. Se atacan con éxito las posiciones de artillería y nidos de ametralladoras, pero no se logra detener el avance de las tropas. Mientras salía de una pasada de ametrallamiento sobre las posiciones salvadoreñas cerca del pueblo de Cítala, uno de los F4U, el FAH-615 pilotado por el Coronel Marco Tulio Rivera, descubre uno de los C-47 de la FAS (el FAS-101 pilotado por el Mayor Sigfredo Velasco y el Capitán Adrián Panameño) el que, unos pocos minutos antes, había bombardeado las posiciones hondureñas en el sector. Sin perder un segundo, el Coronel Rivera decide atacarlo, logrando impactarlo en el fuselaje y uno de los motores. El C-47 sin embargo, logra escapar. Después, se descubriría que el avión a duras penas llego a Ilopango, dónde hizo un aterrizaje forzoso y permanecería fuera de acción por el resto de la guerra. Después de forzar al C-47 a huir, el Coronel Rivera detecta la presencia de un Cavalier Mustang el que, a toda velocidad intenta regresar hacia territorio salvadoreño. El Coronel Rivera intenta seguirlo, y logra disparar una pequeña ráfaga antes de quedarse sin municiones, pero sin lograr acertar ningún impacto. Poco después, el piloto hondureño retorna a su base para reabastecerse y rearmarse.

Se han derramado ríos de tinta sobre este incidente en particular, ya que el C-47 FAS-101 tenía un Cavalier Mustang asignado como escolta; sin embargo, en el momento del ataque del FAH-615, el Cavalier Mustang no estaba en el área. Fuentes salvadoreñas mencionan que el Cavalier Mustang había abandonado temporalmente el C-47 que estaba escoltando; para ametrallar un convoy hondureño, y ésta era la circunstancia en la que el piloto del F4U tomó ventaja, para atacarlo. Las fuentes hondureñas por otro lado, no mencionan la presencia del avión de escolta en el área en el momento del ataque, pero reconocen su presencia después del ataque, y claramente en una actitud evasiva. También, durante una reciente entrevista con el Dr. Marco Lavagnino, Salvador Gómez Paz, uno de los mecánicos volando a bordo del FAS-101 le dijo que “… El C-47 estaba siendo escoltado por un Mustang que se retiró… ”

En todo caso, situaciones en las cuales los aviones salvadoreños de escolta abandonaban sus aviones escoltados mientras éstos estaban siendo atacados, empezaron a suceder con alguna frecuencia a partir de la fecha, dando base así a versiones que establecían que algunos de los pilotos probablemente eran mercenarios que no querían verse involucrados en situaciones comprometedoras y que siempre optaban por retirarse sin luchar.

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Durante la tarde, las fuerzas salvadoreñas lograron capturar los pueblos hondureños de Valladolid, Guarita, Junigual y San Marcos de Ocotepeque, rodeando así Nueva Ocotepeque. Con este avance se abre un nuevo capítulo, un capítulo que es poco conocido para aquéllos que estudian este conflicto: El suministro a las tropas salvadoreñas dentro del territorio hondureño por la FAS. La pista de aterrizaje de San Marcos de Ocotepeque es rápidamente acondicionada para recibir a los C-47 salvadoreños, los que empiezan a llegar poco después, transportando municiones, equipo y comida que serian canalizadas a las tropas que asediaban Nueva Ocotepeque y para las tropas que avanzaban en el frente de Chalatenango. Sorprendentemente, ninguno de estos vuelos es interceptado u hostigado por los aviones de la FAH.

Durante ese día, el Comandante de la FAH se da cuenta que el número de aviones disponibles no es suficiente para continuar proporcionado apoyo para las tropas en dos frentes y al mismo tiempo, para establecer una red de vigilancia aérea para detener las incursiones de los aviones salvadoreños a las bases de Toncontin y La Mesa. Por esta razón, se enlistan pilotos civiles – con sus aviones – para establecer patrullas de vigilancia a lo largo y ancho de Honduras, pero principalmente alrededor de las dos bases aéreas. Al mismo tiempo, y en vista de una inminente escasez de munición, los mecánicos de la FAH empiezan a buscar una solución al problema. De esta manera, empiezan a modificar varios cientos de cohetes de práctica, reemplazando sus ojivas inertes con granadas de demolición con espoletas modificadas. También empiezan a buscar una solución a los problemas crónicos encontrados con los cañones de 20mm de los F4U-5N, los cuales se atascaban, usualmente en el peor momento posible.

El Alto Mando de la FAS también empezó a darse cuenta de sus propias deficiencias. Primeramente, los pilotos de los Cavalier Mustangs se quejaban que los tanques de combustible de las puntas de las alas de sus aviones les quitaban demasiada maniobrabilidad y velocidad, por lo cual sugerían que fueran removidos. A finales del día, y como una medida temporal, se decide que los aviones volarán con sólo el combustible requerido para completar sus misiones de apoyo, intentando así reducir peso e incrementar la maniobrabilidad. También, asignaron al Sr. Archie Baldocchi – un civil que había sido designado como ayudante extraordinario del Comandante de la FAS – para intentar encontrar una solución a los tanques de combustible y a la falta de radios y miras reflectivas en los aviones.

Como un dato interesante, el Sr. Baldocchi era el dueño de un P-51D Mustang (el 44-73350), registro YS-210P, el cual había entrado en servicio con la Fuerza Aérea al inicio de la guerra. Este avión se había convertido en el FAS-402 (el segundo uso del número de serie) y para el 15, este famoso Mustang había volado ya varias misiones sobre los teatros de operaciones.

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Al final del día, el Alto Mando de la FAS decidió lanzar una nueva misión estratégica para el día siguiente, durante la cual bombardearía los pueblos de Puerto Cortés, Goloson y la represa hidroeléctrica del lago de Yojoa. El destino sin embargo, se interpondría en su camino.

6. Paralización de la FAS (16 de Julio)

La mañana del día 16, las tropas salvadoreñas ocuparon Nueva Ocotepeque y las colinas circundantes, forzando el retiro de las tropas hondureñas. Después de consolidar sus posiciones en Nueva Ocotepeque y contornos, se ordena al Primer Batallón del Ejército salvadoreño continuar avanzando sobre la carretera a Santa Rosa de Copan, con su flanco derecho cubierto por la Columna de la Guardia Nacional. Esta columna se había dividido en dos, con un grupo de soldados avanzando hacia Llano Largo con el objetivo de cortar los refuerzos que venían por la carretera de Santa Rosa de Copan, mientras el resto de las tropas permanecía con el Primer Batallón. De nuevo, aviones de la FAH – despegando de La Mesa – se presentaron y empezaron a atacar a las tropas salvadoreñas, sin mucho éxito. Por su parte, un C-47 y dos FG-1D de la FAS, proporcionaron apoyo aéreo cercano a sus tropas en el área, alcanzando algunas de las posiciones hondureñas en las colinas circundantes, pero sin lograr ningún resultado de importancia.

En Ilopango, dos Mustangs – uno de ellos el FAS-402 – taxiaban sobre la cabecera de la pista de aterrizaje. Su misión es bombardear las poblaciones costeras hondureñas en el Atlántico, especialmente Puerto Cortés. Sin embargo uno de los aviones, experimento una falla en su sistema de frenos y termino colisionando con el otro Mustang. Ambos aviones sufrieron daños, por lo que la misión se echa a perder.

De nuevo aparece el fantasma de la escasez, ya que en menos de tres días la FAS tiene cuatro aviones fuera de servicio (un C-47 y tres Mustangs). La pausa es usada por el Sr. Baldocchi quien, con la ayuda de los mecánicos de la FAS, empieza la instalación de radios en los Mustangs restantes. Éstos eran los radios que la Guardia Nacional de Panamá usaba en sus jeeps, y que habían sido vendidos al gobierno salvadoreño, a un precio altamente inflado por el Gobierno panameño. Al mismo tiempo, estaban llevándose a cabo las pruebas con las miras reflectivas construidas en los talleres de la FAS, y la remoción de los tanques de combustible de las alas, reemplazándolos con tapaderas de fibra de vidrio.

Encarando el avance salvadoreño en el sector de Nueva Ocotepeque y tomando ventaja de la escasa cobertura aérea por la FAS, el Alto Mando hondureño decidió llevar a cabo una operación de alto riesgo, pero que demostraba el nivel de confianza operacional que habían alcanzado en menos de tres días de combate: Transportar – por aire – el Batallón Guardia de Honor desde Tegucigalpa hasta Santa Rosa de Copan, con el propósito de reforzar y apoyar a las tropas

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hondureñas sitiadas en ese sector. Para este propósito, cuatro C-47 de la FAH establecieron un puente aéreo durante el que transportaron más de mil soldados, mientras los F4U y T-28 basados en La Mesa escoltaron todos y cada uno de esos vuelos.

Mientras las tropas del Batallón Guardia de Honor llegaban a Santa Rosa de Copan, cinco F4U-5N, dos AT-6C (en su primera salida sobre el área de operaciones, pilotados por los Tenientes Lázaro Urbina y Oscar Servellón), tres T-28A y un C-47 FAH-306 salieron de Toncontin y poco después, atacaban las posiciones salvadoreñas en el frente de El Amatillo. Durante el curso de ese día, estos aviones completaron trece salidas las que demostrarían ser decisivas para detener la ofensiva. Simultáneamente, las tropas hondureñas lanzaron un fuerte contraataque contra las fuerzas invasoras en ese sector, hasta lograr detener su avance, después de varias horas de duro combate.

El contraataque hondureño, considerado como el más intenso durante todo el conflicto, obligaría a las tropas salvadoreñas a consolidar sus posiciones en Alianza, Goascorán, Aramecina, Caridad y Langue, al punto que las operaciones ofensivas del Ejército salvadoreño se reducirían a sólo unas pocas y meticulosas patrullas, abandonando completamente cualquier idea de continuar avanzando en profundidad dentro del territorio hondureño, y volviendo su atención a la defensa de sus posiciones. Con estas acciones el Alto Mando hondureño estaba intentando resolver la complicada situación de sus tropas en Nueva Ocotepeque tratando de desviar la atención del Alto Mando salvadoreño al frente de El Amatillo, mientras intentaban reforzar las tropas asediadas en otro teatro de operaciones y detener el avance que claramente, apuntaba a alcanzar la ciudad de Santa Rosa de Copan.

La razón para la escasa actividad ofensiva por parte de la FAS ese día continúa siendo poco menos que un misterio. Según los historiadores hondureños, la pausa fue causada por la falta de combustible de aviación causada por los ataques a los puertos de Acajutla y Cutuco. Hemos visto sin embargo, que hay pruebas de que el gobierno salvadoreño había adquirido suficientes suministros de combustible en las dos semanas anteriores al conflicto, de tal manera que todas las gasolineras del país, así como los tanques de reserva de combustible de aviación en Ilopango, y los campos de aviación de dispersión, habían sido provistos y se mantuvieron convenientemente abastecidos. De esa forma, lograron evitar cualquier escasez de combustible no solo para la FAS y el Ejército salvadoreño, como también para uso público.

Otra razón que ha sido mencionada – quizás la más probable – es la disminución de la moral combativa por parte de los pilotos salvadoreños. Durante el conflicto, la FAS estuvo Comandada por el Mayor Salvador Adalberto Henríquez, quien tenía el serio problema de ser un oficial con un grado menor que el del resto de los oficiales del Estado Mayor salvadoreño, y esto hizo difícil para él ser escuchado con

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respecto a los requerimientos y necesidades de la FAS. El Alto Mando salvadoreño tenía una mentalidad completamente orientada hacia la infantería, y esto les hizo desestimar la ayuda de la FAS al esfuerzo bélico, reduciéndola únicamente a una herramienta de apoyo aéreo cercano para las tropas (con comentarios como el Ejército salvadoreño es auto-suficiente, circulando insistentemente entre los oficiales de infantería), y también el Mayor Henríquez fue incapaz de hacer algo para resolver la situación. Sumado a este problema, el hecho de que mientras la planificación de las operaciones estratégicas por la FAS durante los días 14, 15 y 16 fue excelente, la ejecución de las misiones fue extremadamente mala o errática, ya que no lograron cumplir sus objetivos establecidos. Indudablemente, el accidente en tierra de los dos Mustangs en Ilopango se convertiría en la gota que derramo el vaso. El accidente, agregado a los pobres resultados obtenidos, había puesto al Comandante de la FAS bajo fuerte investigación, al punto que se le negó la autorización para dirigir misiones estratégicas dentro del territorio hondureño, y a restringir las operaciones a misiones de apoyo aéreo cercano a las tropas en los diferentes frentes. A todo esto, tenemos que agregar la sorprendente falta de Cavalier Mustangs, los que, al final, habían dejado la responsabilidad del manejo de las emergencias al escuadrón de FG-1D. Éstos aviones, lejos de estar en óptimas condiciones, sufrieron numerosas fallas las que eran atendidas cuando se presentaba la oportunidad, por lo que estos aviones nunca volaron con todos sus sistemas operativos.

Fue durante este día, o probablemente durante sus últimas horas del día 15, que el último Cavalier Mustang en participar en la guerra llegaría a Ilopango, este sería el FAS-406 (F-51 Cavalier Mustang 750). Obviamente, el avión no entraría inmediatamente en combate, ya que había sido adquirido con una configuración civil y necesitaba tener instaladas ametralladoras, soportes para bombas y otros artículos, y esto tomaría a los mecánicos de la FAS para completarlo, por lo menos dos días.

En relación a los rumores y versiones no-confirmadas de que la FAS operó más de 18 Mustangs durante la guerra, debe decirse que esto simplemente, no ocurrió. Poco antes la guerra, hubieron planes para la adquisición de por lo menos 14 aviones de este tipo, pero al inicio de las hostilidades ninguno de ellos había llegado al país. Tiempo después, y tras curiosas maniobras para engañar a las autoridades de Estados Unidos, un grupo de pilotos extranjeros empezaron a traer al gobierno salvadoreño por lo menos siete aviones. Estas entregas empezaron el 19 julio, exactamente después de que había sido declarado el cese de hostilidades.

Fue en ese momento en donde los pilotos extranjeros – al ir arribando – fueron contratados como instructores por la FAS. Esto sin embargo, no elimina la posibilidad de que durante el conflicto, algunos pilotos mercenarios pudieron haber sido contratados por la FAS para volar misiones de combate, ya que existen versiones – una de ellas de parte del propio Sr. Baldocchi – manifestando de que

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por lo menos cinco pilotos extranjeros fueron contratados poco después del comienzo del conflicto, entre ellos el legendario Jerry Delarm, el piloto británico Red Gray, y el no-menos misterioso Bobby Coup.

Una situación similar sucedió con la presencia del famoso B-26 FAS-600. Algunas narrativas oficiales salvadoreñas mencionan que el avión tomó parte en la guerra, colocándolo sobre Toncontin o Catacamas el día 14, durante una arriesgada misión de bombardeo, en realidad el bombardero B-26 de la FAS, arribo a Ilopango poco después el fin del conflicto, y con una larga lista de problemas en sus sistemas, especialmente las compuertas del depósito de bombas, que exigieron la atención de los mecánicos de la FAS por un par de semanas. Quizás la declaración más sorprendente con respecto a la participación del B-26 durante la guerra fue escuchada recientemente por el historiador Marco Lavagnino de uno de los mecánicos de la FAS que tomó parte en la guerra: ¿Por qué diablos cree usted que usamos los C-47 como bombarderos?

De cualquier forma, los eventos del día 16, mostraron que en efecto, las actividades de la FAS habían cesado abruptamente, con sólo dos misiones de apoyo cercano a las tropas ejecutadas temprano por la mañana, por un C-47 y dos FG-1D sobre el frente de El Amatillo.

7. El día más largo (17 de Julio)

Temprano en la mañana del día 17, el primer frente en reactivarse es el de Nueva Ocotepeque, con fuertes combates llevándose a cabo junto a la carretera de Nueva Ocotepeque a Santa Rosa de Copan. Como se recuerda, todo el Batallón Guardia de Honor se había transportado a esa localidad, con el objetivo de reforzar las tropas bajo asedio salvadoreño. También hemos visto que la columna de la Guardia Nacional salvadoreña estaba avanzando sobre Llano Largo, con el objetivo de cortar las líneas de suministro hondureñas retirándolas de Nueva Ocotepeque. Durante la mañana, las tropas del Batallón Guardia de Honor empezaron a desplegarse a lo largo del área de operaciones, mientras que los aviones de la FAH basados en La Mesa, empezaron sus misiones de apoyo a las tropas, bombardeando y atacando las posiciones salvadoreñas en las colinas del sector entre Nueva Ocotepeque y Santa Rosa de Copan. Sin embargo los aviones de la FAH, empezaron a tener problemas de comunicación con las tropas en la tierra. Esta situación hizo que la efectividad de los ataques disminuyera, y la coordinación llegara a ser casi nula. De hecho, las notas de los diarios de guerra salvadoreños hacen evidente que más que la aviación; las tropas hondureñas representaron el desafío más grande en ese sector. Los F4U de Toncontin también se unieron a las misiones de apoyo a las tropas en ese frente. A media mañana, cuatro unidades descendieron sobre el pueblo de El Poy, en dónde atacaron las posiciones enemigas con cohetes y bombas, logrando detener su avance. Poco después, se les ordena regresar a la base, ya que se necesitaban en otro frente.

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Finalmente, alrededor del mediodía, un C-47 de la FAH aterriza en Santa Rosa de Copan, llevando periodistas de los noticieros a cubrir los incidentes en ese frente. Sin embargo, las acciones que decidirían el destino del conflicto, tendrían lugar a cientos de kilómetros al Este. . . en El Amatillo.

Como ya se ha mencionado anteriormente, el contraataque hondureño a las posiciones salvadoreñas en el frente de El Amatillo, había neutralizado cualquier avance hacia el pueblo de Nacaome, el principal objetivo salvadoreño. Todavía continuaban desarrollándose duros combates en diferentes lugares, los que indudablemente requerían el apoyo aéreo de ambas partes. Es así, como alrededor de las 12:00 tres F4U-5N hondureños pilotados por los Mayores Fernando Soto Henríquez (FAH-609), Edgardo Acosta, y Francisco Zepeda (FAH-605) se acercaban a El Amatillo, su misión atacar las posiciones de artillería salvadoreñas.

Poco antes de empezar su ataque, el líder del escuadrón ordena que se verifique el funcionando de los cañones. Segundos después, Zepeda informa que sus armas se han atascado y que no disparan. Soto Henríquez le ordena regresar a Toncontin, mientras que ellos continuarían la misión. Al mismo tiempo, dos Cavalier Mustangs de la FAS pilotados por los Capitanes Douglas Varela y Leonel Lobo que habían sido enviados en una misión de apoyo a las tropas del XI Batallón de Infantería situado al Sudoeste de El Amatillo, vieron el avión de Zepeda mientras intentaba regresar a Toncontin. Sin perder tiempo, los dos Cavalier empiezan a perseguir el F4U hondureño cuyo piloto inicia violentas maniobras evasivas cuando se da cuenta que está siendo perseguido, sin presentar combate debido al mal funcionamiento de sus cañones. El Capitán Varela logra posicionarse varias veces detrás del Corsario de Zepeda, pero no logra impactar al avión. Por su parte, el Capitán Lobo cubre a Varela suponiendo que el avión hondureño no está solo. En medio de la persecución y evitando a ser derribado, Zepeda llama a sus compañeros y les dice que está bajo ataque de dos aviones enemigos. En ese momento, Soto Henríquez y Acosta se deshacen de sus bombas para perder peso, y rápidamente regresan buscando a Zepeda logrando localizarlo sin problemas.

El Mayor Soto Henríquez comienza su ataque, y logra impactar varias veces el fuselaje del avión de Varela, pero sin causarle daños considerables. Varela maniobra evasivamente, mientras el Mayor Soto Henríquez lo sigue a menos de 800 pies. Segundos después, ambos aviones entran en un inclinado giro mientras descienden rápidamente, Soto Henríquez no deja de disparar y sus proyectiles invariablemente impactan el fuselaje y las alas del avión de Varela. Mientras esto estaba pasando, el Mayor Acosta comienza a atacar el avión del Capitán Lobo, pero Lobo logra eludirlo y escapa hacia el Golfo de Fonseca, volando a muy baja altitud. Acosta decide no seguirlo y se queda para proteger a Soto Henríquez quien, en ese momento logra impactar varias el motor del avión salvadoreño, causando un brote de fuego, con una densa estela de humo. Entonces, el avión de

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Varela, el Cavalier Mustang FAS-404 entra en una empinada picada hasta estrellarse en unos bosques cerca del Puerto de San Lorenzo, en territorio hondureño.

Como es usual con todo lo relacionado a este conflicto, hay dos versiones diferentes con respecto a la muerte de este excelente piloto salvadoreño, una de ellas manifiesta que el Capitán Varela logro lanzarse en paracaídas y al aterrizar fue capturado y asesinado por soldados hondureños, mientras en otra versión, el Mayor Soto Henríquez declara que Varela pereció en la cabina de su Cavalier Mustang como consecuencia de los disparos recibidos.

Después de este combate, los tres F4U hondureños regresaron a Toncontin dónde se reabastecen y se rearman. Los cañones de Zepeda se examinan cuidadosamente por los mecánicos de la FAH, pero sin encontrar ningún malfuncionamiento. Los pilotos entretanto, se dirigen al comedor en donde almuerzan. En El Salvador, las noticias sobre el derribo del Capitán Varela se esparcen como reguero de pólvora entre los pilotos y mecánicos de la FAS, recibiéndose con sentimientos encontrados. La moral de los aviadores salvadoreños empieza a desmoronarse, al punto que el comandante de la FAS se ve obligado a solicitar voluntarios para las próximas misiones.

Mientras esto sucedía, alrededor de las 13:00 el C-47 FAH-306 demuestra de nuevo su adaptación al papel de bombardero, y arroja su carga explosiva en posiciones enemigas localizadas en la colina de El Ujuste. Se deja caer un total de 52 bombas, ayudando a silenciar el fuego salvadoreño. El C-47 es seguido por dos F4U que también atacan las posiciones implacablemente. Por su parte, los AT-6 y T-28 de la FAH realizan patrullas y misiones de apoyo a las tropas en ambos frentes. Lo mismo sucede con el pequeño Cessna 185, qué extiende sus vuelos desde La Mesa, a Santa Rosa de Copan, San Pedro Sula y Marcala.

Alrededor de las 2:00 PM, los Capitanes Reynaldo Cortez y Salvador Cezeña, despegaron de Ilopango en sus FG-1D y se dirigen hacia El Amatillo, su misión proteger el puente sobre el Río de Goascoran, ya que había sospechas que los hondureños intentarían volarlo. Sin embargo después de varios minutos de sobrevolar el área, los pilotos salvadoreños deciden regresar a la base, seguros de que el ataque al puente no sucederá. Casi al mismo tiempo, los Mayores hondureños Soto Henríquez, Acosta y Zepeda regresan al área de El Amatillo en sus F4U, esta vez su misión era neutralizar una pieza salvadoreña de 105mm que estaba causando un problema a las tropas hondureñas en el área de San José La Fuente, Departamento de La Unión.

Poco antes de entrar en el área de operaciones, Zepeda, volando el FAH-605 descubre de nuevo, que sus cañones no funcionan, y decide retornar a Toncontin. Una vez más, Soto Henríquez y Acosta deben continuar la misión sin el tercer

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elemento del escuadrón. Unos minutos después, mientras volaban a una altitud de 5,500 pies, el Mayor Soto Henríquez en el FAH-609 detecta en la distancia, los dos FG-1D de la FAS que retiran del área del Puente Goascoran hacia territorio salvadoreño. Sin romper el silencio de radio, Soto Henríquez señala a Acosta, y ambos pilotos emprenden persecución de los FG-1D tratando de alcanzarlos antes de que dejen el territorio hondureño. Sin embargo los dos aviones, logran alcanzar territorio salvadoreño, sin notar que están siendo perseguidos.

En ese momento, el Mayor Soto Henríquez decide desobedecer las órdenes recibidas y entra a territorio salvadoreño, persiguiendo en una subida rápida a los desprevenidos pilotos, durante diez minutos, hasta alcanzar una posición de disparo detrás del Capitán Cezeña (FAS-204) que es impactado por varias ráfagas, obligándolo a saltar con su paracaídas. Cortez descubre el ataque en ese momento, y maniobra para posicionarse detrás de Soto Henríquez, logrando impactar varias veces el ala del F4U. Soto Henríquez, confiando que Acosta está siguiéndolo y que se encargara del avión salvadoreño que lo persigue, comienza a realizar maniobras evasivas pero sin intentar posicionarse detrás de su atacante. Sin embargo, después de dos minutos, Soto Henríquez descubre para su asombro que Acosta no lo está cubriendo, así que intenta dar vuelta y poner a su adversario en la mira. Unos pocos segundos después, Soto Henríquez hace un rápido y cerrado giro tomando ventaja de la potencia de su avión y cae detrás de Cortez en una posición de disparo, pero sin lograr centrarlo en su mira. Después de unos minutos de intensa persecución, finalmente Soto Henríquez logra colocar a su adversario en su mira y dispara varias ráfagas que impactan el fuselaje y la cabina. Cortez quien ha sido herido por los disparos intenta evadirse, pero cualquier acción que pudiera tomar, es neutralizada por otra ráfaga de los cañones de Soto Henríquez, esta vez impactando el motor y el ala. De repente, los giros del avión salvadoreño (FAS-203) se vuelven más lentos y menos pronunciados, Soto Henríquez se aprovecha de esta situación para propinar el golpe de gracia. El avión de Cortez se desintegra en medio de una furiosa explosión, ya que desde el inicio del combate, el piloto se había olvidado de despresurizar sus tanques de combustible, y éstos explotaron cuando fueron impactados por los disparos de Soto Henríquez.

Al terminar el combate, Soto Henríquez localiza a una altitud de 2,000 pies el paracaídas de Cezeña, descendiendo lentamente a tierra. Sorprendido, se da cuenta de cuán rápido habían ocurrido los dos derribos. Se retira después hacia territorio hondureño, buscando a Acosta, pero sin conseguir localizarlo. Sin embargo el Mayor Acosta, había sido testigo del violento combate que había tenido lugar debajo de él, y del cual el Mayor Soto Henríquez había salido victorioso. Sin embargo, él tiene sus propios problemas ya que su radio ha dejado de funcionar y para empeorar las cosas, estaba siendo seguido a corta distancia por dos Cavalier Mustangs de la FAS, cuyos pilotos parecían solamente estar esperando el momento correcto para echársele encima. Los minutos parecían pasar lentamente, y el tenso

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juego de observación parecía interminable. Acosta por un lado, esperando ser atacado mientras por otro lado, los pilotos salvadoreños intentando cerrar la ruta de escape. Finalmente y, tomando ventaja de lo que parecía ser una distracción, Acosta hace una picada invertida y logra escapar del área, sin ser perseguido por los aviones salvadoreños. Se dirige a Toncontin dónde llega ileso, unos minutos detrás del Mayor Soto Henríquez.

Con estos tres derribos, finalmente la FAH logra alcanzar la tan buscada superioridad aérea, ya que los aviones de la FAS no se presentarían de nuevo sobre ninguno de los teatros de guerra. Y no podría ser de otra manera, ya que en su orden de batalla, sólo contaba como elementos ofensivos operacionales dos FG-1D y tres Cavalier Mustangs. Esto, sumado a la baja moral, la muerte de dos excelentes pilotos y el escrutinio del Alto Mando debido a los fracasos operacionales en los días anteriores, resultó en la parálisis operacional y sicológica de la FAS. Pero la racha de mala suerte no terminaría allí. Poco después de los derribos de Cortés y Cezeña, un FG-1D, FAS-219 pilotado por el Capitán Mario Echeverría, es derribado por baterías antiaéreas salvadoreñas ubicadas en la costa del Golfo de Fonseca, en un típico incidente de fratricidio.

Entretanto en Tegucigalpa, el Coronel Soto Cano está tratando de convencer al Presidente López y su Estado Mayor, acerca de la necesidad de atacar nuevamente, blancos estratégicos dentro de El Salvador, especialmente las bases de la aviación salvadoreña. Sin embargo el presidente y otros oficiales, insisten en que los recursos de la FAH deben dedicarse para ataques y misiones de apoyo cercano para las tropas en los frentes de combate.

Por esta razón, alrededor de las 5:00 PM, los F4U-4 FAH-612 y FAH-614 despegan de La Mesa, dirigiéndose al Teatro de operaciones de Nueva Ocotepeque. Casi simultáneamente, las tropas hondureñas localizan la columna de la Guardia Nacional avanzando sobre la carretera hacia Llano Largo y logran emboscarlos en los alrededores de la finca (rancho) San Rafael de las Matarás, atacándolos con ametralladoras, mortero y fusilería. Se solicita a los aviones de la FAH que apoyen la emboscada y poco tiempo después, los pilotos hondureños lanzan su ataque. En la primera pasada, los F4U dejan caer cuatro bombas de 100lb y logran detener el convoy, mientras los soldados salvadoreños abandonan sus vehículos y buscan resguardo en ambos lados del camino. Minutos después, durante la segunda pasada sobre el convoy, los aviones hondureños dispararon sus cohetes, causando más daño. Posteriormente ametrallaron a los soldados salvadoreños quienes intentaban escapar, pero serian sitiados por las tropas hondureñas. A finales del combate había más de 30 bajas salvadoreñas.

Esta emboscada, llamada la Batalla de San Rafael de las Matarás es considerada como la mayor victoria en la historia del Ejército hondureño, aunque fue disminuida un poco cuando las tropas hondureñas fueron obligadas a detener la

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persecución de la columna salvadoreña que retiraba a Nueva Ocotepeque, debido a una escasez de munición.

Cuando el Comandante del Primer Batallón de Infantería salvadoreño – que avanzaba sobre la carretera hacia Santa Rosa de Copan – se da cuenta de la emboscada a la primera columna de la Guardia Nacional, decide retirarse hacia Nueva Ocotepeque y consolidar sus posiciones defensivas allí mientras a la segunda columna, también avanzando junto con el hacia Santa Rosa de Copan, se le ordena cambiar de dirección y avanzar hacia Llano Largo, para completar la misión que se había asignado a la primera columna. En ese momento, la segunda columna empieza su avance en el lado derecho de la carretera, y aprovechando el crepúsculo, logra capturar Llano Largo, y establece un bloqueo sobre Santa Rosa de Copan. La FAH concentra sus ataques en estas tropas salvadoreñas, pero no logra expulsarlos del área. Poco después, las maniobras se suspenden por la oscuridad que hacía difíciles los ataques de los aviones hondureños.

Entretanto en Tegucigalpa, los mecánicos de la FAH encuentran al fin el origen de los problemas con los cañones de 20mm instalados en algunos de los F4U-5N. Sucedía que algunos proyectiles de manufactura Británica, adquiridos poco antes del inicio de la guerra, eran un milímetro más gruesos que aquéllos fabricados en los EE.UU. En los cañones nuevos en dónde el tubo no había sufrido desgaste por el disparo, los proyectiles británicos se atascaban después de disparar. Sin perder tiempo, los mecánicos de la FAH fueron a los tornos y removieron el problemático milímetro adicional de todos los proyectiles británicos.

Otra muestra de la ingeniosidad de los mecánicos hondureños ocurrió durante ese mismo día: al encontrar en los depósitos de municiones de la FAH, varios cientos de bombas antiguas de 30lb, las cuales, debido a su tamaño no podían colgarse de ningún soporte de bombas de los aviones. Sin embargo se determinó que sus cargas explosivas todavía estaban buenas. Un grupo de mecánicos propone la idea de montar estas bombas a una barra de acero, colocando tres bombas en una disposición triangular, seguidas por otras tres, todas ellas sostenidas por tiras de aluminio. A la barra de acero, se agregan ganchos, permitiendo colgar el artilugio a los soportes de bombas de los F4U. Es así como nacieron las Piñas y qué, después de ser lanzadas del avión, se dispersan en seis bombas sobre la tierra – similar a una bomba de racimo actual – causando múltiples explosiones. Este tipo de armamento vería su bautismo de fuego en el frente de El Amatillo, específicamente sobre las posiciones salvadoreñas en la colina de El Ujuste.

Finalmente, en San Salvador, el Mayor Henríquez – Comandante de la FAS – desesperadamente intenta acelerar la incorporación de los F-51 adicionales adquiridos poco antes la guerra. Sin embargo los pilotos encargados de las entregas, estaban teniendo problemas para evadir a las autoridades Norteamericanas. En un cierto momento, y durante los siguientes dos días, habría

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varios Mustangs intentando desesperadamente llegar a El Salvador, haciendo paradas técnicas en lugares tan inverosímiles como la República Dominicana y Haití. La entrega de los aviones sin embargo, no acabaría con la serie de problemas encontrados, ya que los aviones habían sido adquiridos de fuentes civiles en los Estados Unidos, y no tenían ningún arma instalada, y su proceso de militarización tardaría algún tiempo. En cualquier caso, y para cualquier propósito práctico, la FAS como un brazo aéreo, continuó estando paralizada.

8. Cese al Fuego (18 de Julio)

En la mañana del día 18, la FAH continuó sus ataques aéreos en apoyo al Ejército hondureño, especialmente contra el Guardia Nacional salvadoreña en Llano Largo, Nueva Ocotepeque, y contra el Tercer Batallón del Ejército en El Amatillo. El Coronel Soto Cano continuó insistiendo en la necesidad de llevar una nueva acción ofensiva sobre territorio salvadoreño, aprovechando la recientemente lograda superioridad aérea. Sin embargo el Presidente López y su Alto Mando, se negaron a autorizar tal misión.

Temprano ese día, los representantes de la Organización de Estados Americanos – OEA – habían empezado una segunda ronda de negociaciones con los gobiernos de Honduras y El Salvador con el objetivo de alcanzar un cese al fuego y el retiro de las tropas salvadoreñas. Desde el 16 de julio, estos representantes habían visitado ambos países, pero sin poder alcanzar algún acuerdo ya que el gobierno salvadoreño insistía que el gobierno hondureño debía pagar por la destrucción de las propiedades de salvadoreños que vivían en ese país, y también garantizar la seguridad de los ciudadanos que aún permanecían en Honduras. Obviamente, el gobierno hondureño rechazó estas demandas, mientras la OEA amenazaba con sanciones económicas contra El Salvador si no obedecía el cese al fuego y ordenaba el retiro de las tropas.

Como se mencionó anteriormente, la FAH continuó sus ataques en ambos frentes. Así pues, los F4U de Toncontin – cargados con bombas de Napalm – atacaron las posiciones salvadoreñas en San Marcos de Ocotepeque y Llano Largo. Los F4U de La Mesa concentraron sus ataques en los sectores de Guarita y Cololaca, en el Departamento de Lempira en dónde las tropas salvadoreñas basadas en Chalatenango, habían logrado cruzar la frontera.

Horas después, los F4U de Toncontin volaron al frente de El Amatillo dónde nuevamente, atacaron las posiciones salvadoreñas en la colina del Ujuste. Durante esta misión, los F4U lograron detener un convoy salvadoreño compuesto de vehículos blindados y camiones, mientras cruzaban un puente cerca del área de operaciones. Poco después las bombas de Napalm impactaron de nuevo otra columna salvadoreña que estaba en movimiento en las vecindades de El Amatillo.

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En el frente de Nueva Ocotepeque, los F4U de La Mesa también estaban teniendo su día de campo, especialmente con un convoy salvadoreño moviéndose por la carretera hacia La Labor. De nuevo, se usan bombas de Napalm de 750 lb, logrando detener su avance. Poco después, las tropas hondureñas se posicionan cerca de Llano Largo, localizando una larga columna de camiones y autobuses, salvadoreños transportando soldados. Los pilotos de los F4U no pudieron confirmar la identidad de los vehículos y se abstuvieron de atacarlos. Al mismo tiempo, el líder del escuadrón recibe instrucciones por radio para atacar una colina – claramente bajo control hondureño – y las ignora. Después, se descubriría que había transmisiones de radio salvadoreñas que intentaban confundir a los pilotos hondureños, dirigiéndolos a atacar sus propias tropas.

A finales de la tarde, el Alto Mando hondureño ordenó al Segundo Batallón de Infantería avanzar y capturar el eje Arambala – Perquin, al noroeste de El Amatillo, claramente dentro del territorio salvadoreño. El Segundo Batallón logro alcanzar las afueras de Arambala sin encontrar mucha resistencia de las tropas salvadoreñas, pero a las 9:30PM recibe la orden de retirarse a territorio hondureño, debido a que la OEA había logrado establecer un acuerdo de cese al fuego efectivo a las 10:00PM. El acuerdo ordenaba a las tropas de ambos países, regresar a las posiciones que ocupaban antes del comienzo de la guerra.

9. Epílogo.

En la mañana del 19 de julio, los siete Mustangs que el gobierno de El Salvador había adquirido empezaron a llegar a Ilopango, y el duro trabajo para militarizarlos, comenzó. En los frentes de batalla, y a pesar de la orden de cese al fuego, todavía seguían realizándose intensos combates. No sería hasta el día 20, que el cese al fuego tendría efecto, cuando las reservas de armas y municiones de ambos países, habían alcanzado niveles críticos.

La FAS comenzó un lento proceso de reactivación, y durante el día, se observaron varios vuelos de C-47, transportando suministros para las tropas, usando para este propósito la pista de San Marcos de Ocotepeque. Ésta misión, en clara violación de la resolución de OEA, contrastó con la total falta de actividad por la FAH, que mantuvo sus aviones en tierra siguiendo las disposiciones del cese al fuego.

En el frente político, la OEA declaró finalmente a El Salvador como el país agresor, pero el gobierno resistió todas las presiones ejercidas por este organismo internacional, tendientes a efectuar un retiro de tropas de Honduras. Días después, y después de persuasivas maniobras que incluyeron la amenaza de fuertes sanciones económicas a El Salvador, el gobierno de este país ofreció retirar sus tropas a principios de agosto, a cambio de contar con observadores internacionales para verificar el estado de los salvadoreños que todavía vivían en las áreas fronterizas de Honduras. Sin embargo los C-47, escoltados por algunos de los

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recientemente adquiridos Mustangs, son vistos de nuevo sobrevolando el área cerca del pueblo hondureño de Sumpul, en el Teatro de Operaciones de Nueva Ocotepeque. Poco después, durante los primeros días de agosto, tiene lugar el primer retiro masivo de tropas salvadoreñas del territorio hondureño.

El nivel de popularidad obtenido por las Fuerzas Armadas en El Salvador, se disiparía rápidamente en las semanas siguientes al fin del conflicto, dando lugar a severas críticas de la población, la opinión pública e incluso de los oficiales de baja graduación, quienes culparon a sus superiores de los resultados de la aventura bélica, a pesar de la buena actuación de las tropas salvadoreñas durante el conflicto. Poco después ocurriría una severa división en las filas del Ejército, división que duraría durante varios años.

Acerca de la FAS, su rápida neutralización en medio de la guerra, forzaría a los oficiales de Estado Mayor y su propio Comandante, a redefinir sus objetivos, y esto contribuiría en gran medida a ayudar a la FAS a resurgir poco después, convertida en un arma aérea muy profesional, y mucho mejor equipada. Prueba de esto, es su actuación durante la guerra civil que empezaría a principios de los años ochentas.

Por otro lado en Honduras, el Ejército obtuvo un resultado sin precedentes, en donde se hizo evidente el patriotismo, y donde se fortalecieron los lazos de unidad en la sociedad. El hecho que miles de civiles se habían acercado voluntariamente al Ejército para ofrecer sus servicios en la defensa de Honduras, muchas veces armados sólo con palos y machetes, causaría que las autoridades hondureñas prestaran más atención al desarrollo económico y el bienestar de la población, una clara señal de agradecimiento por ese gesto. La FAH también se beneficiaría del conflicto, ya que su prestigio y profesionalismo serian ampliamente reconocidos tanto en Honduras como en la región centroamericana. La actuación de la FAH también confirmó la sapiencia de confiar la defensa nacional a la aviación militar, y esto a su vez, dio lugar a un impresionante reequipamiento de la FAH, durante el cual se convertiría en la Fuerza Aérea más importante en la Región Centroamericana.

Con respecto a las bajas, habían sido reportadas más de 2000, la mayoría civiles, en ambos países, quienes murieron durante los operaciones militares o como resultado de los excesos cometidos por soldados de ambos países. El número exacto sin embargo, probablemente nunca se conocerá.

La guerra – como tal – había durado cuatro días. Tomaría sin embargo, más de dos décadas para que ambos países alcanzaran un acuerdo de paz que beneficiara a ambos y les permitiera empezar relaciones bilaterales constructivas.

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En 1997, casi treinta años después de que finalizara el conflicto, el Coronel Fernando Soto Henríquez llegó a Guatemala para participar en una reunión de los Directores de Aeronáutica Civil de Centroamérica. Cuando la reunión acabó, Soto Henríquez regresó a Honduras a bordo de un avión de TACA, acompañado por su contraparte salvadoreño, Mayor José Corleto Andrade. El avión haría una parada en el nuevo aeropuerto internacional de Comalapa, localizado en las afueras de San Salvador, dónde Soto Henríquez tendría que tomar otro avión que lo llevaría a Tegucigalpa.

Después de despegar del aeropuerto de La Aurora, el Mayor Corleto Andrade se levanto y se dirigió a la cabina del piloto del avión. Poco después, llamó al Coronel Soto Henríquez, invitándolo a acompañarlo. ¿Usted conoce a nuestro capitán? le preguntó Corleto a Soto Henríquez. No, no he tenido el placer todavía le contestó. Entonces, permítame presentarle, al Capitán Salvador Cezeña, el hombre que salto en paracaídas después de que usted derribara su avión.

Soto Henríquez dijo que a partir de ese momento, Cezeña y él empezaron una conversación, como si fueran viejos amigos, hablando sobre las características del avión, los nuevos instrumentos de vuelo y las ventajas que éstos representan. Antes de aterrizar, Soto Henríquez retornó a su asiento.

Cuando los pasajeros empezaron a abandonar el avión, después de aterrizar en Comalapa, Soto Henríquez observó al Capitán Cezeña despidiendo a los pasajeros en la puerta del avión, Soto Henríquez se acercó a él y ambos se dieron las manos, viéndose directamente a los ojos, sonriendo amigablemente.

Al fin, nunca más habría tensión en los aires,…

10. Agradecimientos.

Mi eterna gratitud para Dan Hagedorn, Tulio Soto, Gary Kuhn, Marco Lavagnino, Jurgen Hesse, Amado Aguiluz, José Rosa y Luis Puesan. Sin su ayuda este artículo no habría podido terminarse. Especial agradecimiento a Jorge Flores por sus invaluables anécdotas de este artículo.

Este trabajo de investigación se dedica a todos los hombres que lucharon y murieron en La Guerra de las 100 Horas.

Mario E. Overall

LAAHS Guatemala